La madera era, el tejido ido.
Primera exhibición individual
Curaduría: Orlando Isaac
Crónicas:
Pablo Guardiola
Centro Cultural de España Santo Domingo
En los últimos años, la ruralidad ha experimentado una metamorfosis silenciosa, atrapada entre la nostalgia de las tradiciones y las exigencias del presente. La economía neoliberal ha reconfigurado los paisajes de nuestros valles y campos. Donde antes la siembra era un acto de conexión con la tierra y la comunidad—acompañado de cánticos, alabanzas y silencios compartidos durante la cosecha de tomates o el «depalillar» del maní, mientras el ganado era enchiquerado camino a los surcos—hoy todo se siente como un susurro ahogado en medio de la industrialización.
La exposición
La madera era, el tejido ido, del colectivo MODAFOCA, integrado por Ian Víctor (República Dominicana, 1978) y Jorge González (Nicaragua, 1977), va más allá de las fronteras físicas y temporales. Es un eco que resuena en las montañas, justo abajo, casi en el río, en el recodo de tantos caminos. Jorge e Ian se inspiran en la disciplina y multiplicidad formal de Wucius Wong, el diseñador que desarticuló las formas rectilíneas del diseño. Desde ahí, toman el lápiz y el cursor para dar curso a la exploración de nuevos formatos en la producción artística.
(cont.)
CCE SANTO DOMINGO, SALA D
Por 20 años vienen saltando muros urbanos, entrelazando la gráfica popular contemporánea con la pintura costumbrista. Los modafoca se implican desde la producción honesta, que sirve de estímulo para las nuevas generaciones en el uso de materiales nobles extraídos de la porosidad de la tierra. Madera criolla, palma, hilo de algodón, e incluso sacos de piña destinados a la exportación, son transformados en papeles atravesados por hilos multicoloridos o en telares que incorporan técnicas contemporáneas como el punch needle. En su recorrido, cincelan maderas como pájaros carpinteros, creando contenedores circulares a modo de rompecabezas, en homenaje al maestro Prats Ventós, cuyo nombre lleva una de las salas de esta exposición.
Esta exploración los lleva a cuestionar las antinomias propias de nuestra isla, las costumbres y convivencias que, como territorio, seccionamos en pequeños espacios geográficos a modo de parcelas y conucos.
(cont.)
EL PALMAR ES DE TODOS
Esta primera exposición es el resultado de años de investigación, donde se alternan la dualidad y la aproximación: artesanía–tecnología; rural–urbano; lo matérico por lo espiritual, lo nostálgico por lo lúdico. Una manifestación de contemplaciones y saberes heredados de nuestros ancestros, que rinden tributo a la belleza y la dureza de la vida campesina. MODAFOCA fusiona lo primario, lo mecánico y lo industrializado en un diálogo enriquecedor que honra la memoria y las posibilidades del porvenir.
MATAGORDA, BANÍ
SAINAGUÁ, SAN CRISTÓBAL
La madera era el tejido ido: crónicas.
Por: Pablo Guardiola
1.
Unos años atrás se llevó a cabo un festival de murales en Puerta de Tierra (San Juan, Puerto Rico), barrio donde vivía. Cuando bajaba por la Calle San Andrés para coger la guagua pasaba frente a uno que me gustaba. Recuerdo comentarlo junto a mi vecino, que me decía que le parecía medio soviético. Me gustó esa observación. Ambos encontrábamos interesante la imagen perfilada en espejo, así como el paisaje plano. Aquí les debo mencionar, a manera de salvedad, que ni a mi vecino, ni a mí nos entusiasma mucho la idea de los festivales de murales que desde hace varios años han proliferado en Puerto Rico. Pero este mural nos gustaba. Luego supe por una amiga que es un mural de los Modafoca, colectivo de la República Dominicana. De hecho, ella tenía un sticker de ellos pegado en su computadora. Quisqueya, la isla completa, Haití y la República Dominicana como una sola, a manera de ilustración tipo dibujo animado. Eso me pareció bastante interesante.
Paso por Puerta de Tierra con regularidad y el mural sigue ahí.
El mural se titula Hermanos, como hermanos, lo que hace inevitable pensar en la hermandad antillana. El mural da a la Bahía de San Juan, y Puerta de Tierra fue desde el siglo XIX y durante gran parte del siglo XX un barrio de muelleros y gente de mar. Fue el gran puerto comercial de la capital. Hay algo de esto en el mural, el puerto como puente, con el pasado y con otros puertos en otras islas en el presente.
Contra todo pronóstico es importante poder identificar estos puentes cuando se manifiestan, aunque sea sutilmente.
O sobre todo cuando es sutilmente.
Dicen que los Modafoca vienen de la pared, por su producción de murales, fieles a los formatos grandes. Otras fuentes dicen que vienen del diseño, que comenzaron haciendo camisetas. Tal vez sea mejor pensar que, más que del diseño, vienen de la gráfica caribeña. Estos son solo puntos de partida, pero también es interesante pensar su práctica artística desde coordenadas de intereses, miradas al contexto y los soportes. Los trabajos presentados en esta exhibición se manifiestan sobre múltiples soportes, principalmente análogos, pero también digitales. Esta proliferación se debe a una constante experimentación con técnicas e imágenes. El Colectivo Modafoca está compuesto por Ian Víctor (República Dominicana, 1978) y Jorge González (Nicaragua, 1977). Tienen una amplia y diversa práctica artística de casi 10 años que incluye murales, intervenciones públicas, organización de proyectos y trabajo de estudio. A esto hay que añadirle los 20 años que llevan como agencia de diseño. Toda esta producción evidencia una rica amalgama de referentes, además de un acercamiento irreverente y ecléctico desde una práctica artística anclada en el Caribe. Sus proyectos se nos muestran como ejercicios de libertad e inclusive irreverencia.
LA TIERRA ES PA’ SEMBRARLATU PATIO TA’ BUENO PA’ COGE SERENOSI ME QUIERE MUCHO, POQUITO O NADA
TIERRA PARA TODOS
2.
En estas piezas encontramos pistas que señalan iconografías vernáculas de la gráfica, así como de las artes plásticas populares de la isla. La isla en su totalidad, prestando atención a los vaivenes estéticos y culturales que se dan dentro de su incómoda frontera geopolítica. Estos trabajos poseen rastros de las decoraciones de las casas de los setenta, ochenta y noventa que trascienden los confines de esta isla. Por ejemplo, también resuenan en la próxima isla hacia el este (de donde vengo) y con gran certeza dentro de toda la cuenca del Caribe. Estos espacios cotidianos han sido sin duda fuente de educación estética para muchas personas. Aquí no se le tiene miedo al color, ni a la eclecticidad estética. Zonas de puro color, ritmo y sonido. Por lo general estos espacios están acompañados por un radio o un televisor. En nuestras islas todo va acompañado de color y sonido. Otro elemento emblemático dentro de este paradigma es el bodegón. Este ensamblaje abunda en muchas de nuestras casas. Va desde el contenedor tal cual que contiene frutas y vegetales, flores o una combinación de todos estos. Luego pasa a su representación como objeto, por lo general en cerámica o madera, o ya bien como una pintura o un print en la pared. Con gran certeza este es el primer encuentro con un ensamblaje aunque no lo sepamos. De igual manera, este ensamblaje en nuestras islas presenta una de las primeras adaptaciones al contexto: sus contenidos son por lo general locales y tropicales.
Cabe destacar que en estas decoraciones abunda mucha iconografía rural. A pesar de todo el cemento vertido, el campo siempre está presente. De maneras en ocasiones contradictorias, hay percepciones del campo como origen, que en parte lo es, pero también hay mucha nostalgia construida alrededor de esta instancia. Si se es honesto y se evita un acercamiento de romantización, no hay que tener problema con esto, el campo y el campesinado continúan siendo un espacio desde donde se genera mucho conocimiento. También es cierto que es un espacio amenazado y que sus pobladores han sido menospreciados por los discursos y las promesas de la modernidad.
UNA JUNTA DE SOL A SOLHERMANOS COMO HERMANOS
3.
En la formación de Modafoca hay muchos guiños a los lenguajes gráficos del pop indie de los noventa y comienzo de los dos mil, esto ligado al ethos del DIY (hágalo usted mismo) de la época. Algo interesante de esto es que en nuestros lares estas estéticas y sus sonidos, provenientes de las grandes urbes y la nueva globalización, llegaron filtradas y sazonadas por la bachata, la salsa y el reggaetón. Hace veinte años los lenguajes estéticos de las bancas y el rave se entrecruzaron en Santo Domingo.
4.
En la madera era, el tejido ido, se trabajan varios tiempos, los tiempos de la isla. Desde el mismo título se presenta una especie de zig zag formal y de contenido. Hay una propuesta pícara en relación a su conjugación verbal, que suena casi a cuento popular. Algo interesante de nuestros contextos isleños es que constantemente se entrecruzan tiempos diversos. El campo, la costa y la ciudad convergen en momentos de manera casi simultánea. Me gusta enmarcar esto dentro del registro de ritmos. No es que el campo se nos presente como una alternativa más pausada a la ciudad, sino como un espacio con su particular cacofonía. Propongo pensar estos ritmos como formas y tiempos de trabajar y habitar un lugar, así como contenedores de memorias.
Estos trabajos proponen una síntesis de tiempos y ritmos variados, y cómo a partir de estos se pueden establecer maneras de hacer sentido al contexto isleño. También en estos ritmos hay trazos de melancolía y en momentos hasta nostalgia. En nuestras islas, las cosas están cambiando bien rápido, el devenir económico va borrando prácticas, saberes y sobre todo formas de estar. Todavía en este ir y venir hay un rastro de lo que fue, y lo que a pesar de todo, todavía es. No tenemos certeza de si será por mucho tiempo, por eso es necesario prestar atención.
En esta exhibición y en su práctica de estudio, Modafoca incorpora múltiples oficios de la isla. Prácticas artesanales han sido integradas a sus piezas y metodologías de trabajo. Madera criolla como la jequitibá es trabajada por ebanistas para ser componentes claves en varias de las piezas presentadas, asimismo también sirve de soporte para pinturas. Múltiples tejidos están presentes, contribuyendo a un trabajo de recuperación de oficios y técnicas. Modafoca también presenta una particular cacofonía. Tejidos de palma de guano y palma real realizados por una comunidad de tejedoras de Santiago Rodríguez, que a su vez son intervenidos por Modafoca, convergen con experimentos de hilo de algodón sobre papeles hechos a mano con fibras locales. Así mismo hay unas piezas tejidas tipo alfombra, confeccionadas por ellos en su estudio (esta pieza se inspira en textiles hechos en Nicaragua, donde Jorge nació). Hay trabajos sobre sacos de productos agrícolas importados a la isla desde las Filipinas, extendiendo el arco tropical más allá de los confines del Caribe. Por último, está presente un tríptico tejido industrialmente desde un archivo digital. En este contexto la recuperación no es fija, sino que es un proyecto vivo en relación a prácticas diversas y pensamiento desde el presente.
ESTUDIOS DE PAISAJES
5. Carpinteros
Hace pocos años visité por primera vez la República Dominicana. Caminando mi primera mañana por la Zona Colonial, llegué al Monumento a Fray Antonio de Montesinos, quería ver directamente el Mar Caribe. Justo al lado de unos de los fragmentos de muralla, que todavía se asoman en la Zona, aparece un pájaro carpintero de La Española (Melanerpes striatus). Es el primero que veo, valga la redundancia. Vuela hasta la muralla, caza un lagartijo, lo golpea contra el muro varias veces y se va volando con este en su pico. El carpintero de La Española es más grande que su primo el carpintero puertorriqueño (Melanerpes portoricensis), ambos endémicos dentro de sus respectivos contextos: Haití y República Dominicana, uno, Puerto Rico y Vieques, el otro. Llevo años prestando atención al puertorriqueño, así que me emocionó bastante ver el de La Española. Ambos habitan casi todo el territorio de sus respectivas islas, situación que ofrece una invitación a la metáfora. La experiencia de estas aves podría ser modelo para habitar nuestras islas desde otros ritmos y tiempos.
[En una nota aparte, el carpintero puertorriqueño fue nuestra ave nacional por un tiempo.] Estas cosas siempre traen controversia. Primero lo fue el pitirre (Tyrannus dominicensis). Pero su carga política de izquierda (esta ave está asociada al movimiento por la independencia de la isla), el no ser endémico, además de su nombre científico (Tyrannus dominicensis lo hace nominalmente dominicano), hicieron que se le quitara esa distinción. Ahí entra el carpintero, que justo fue desplazado por el San Pedrito (Todus borinquensis, antes conocido como Todus mexicanus). Hubo una gran campaña por cambiar primero su nombre. Esta ave es endémica de Puerto Rico, pero en 1838 el francés René Lesson le puso el mexicanus por error, pensaba que el espécimen fue recolectado en México, y así se ha quedado hasta casi ahora. Así mismo designó también por error, Todus portoricensis a un Todus proveniente de Cuba. Todo esto ha traído una confusión que ha durado más de un siglo. A leguas es explícita la situación de que muchas de nuestras crisis son culpa de siglos de nomenclaturas mal hechas e impuestas.
Tanto el carpintero de La Española, como el carpintero antillano (Nesoctites micromegas, también endémico) viven en toda la isla. Para estas aves la frontera terrestre no existe. Así mismo, les es igual la costa, el campo y la ciudad. A pesar de todo, siguen aquí, testigos milenarios, siendo para nosotros, que igual habitamos estas islas, un buen modelo de síntesis de muchas cosas. Desde la metáfora es posible imaginar y aprender bastante.
BAJABONICO, DÍA & NOCHENIZAO, DÍA & NOCHE
6. Noche y día
Los cambios de día a noche (y viceversa) son abruptos en los contextos tropicales. Las temporadas en nuestros lares son sutiles, con cambios graduales en cómo se manifiesta la luz durante el año. Ahora bien, cada amanecer y anochecer son explícitos y siempre son diferentes.
El ciclo de día y noche viene acompañado de sus respectivos sonidos. En Puerto Rico las noches en el campo son bastante ruidosas, para el boricua no lo es, pero es algo que siempre es señalado por el visitante. Entre los coquíes (hay varias especies), muchos insectos, aves como los múcaros, los murciélagos… la cacofonía nocturna es súper rica en sonidos. También en algunos lugares puede converger un vehículo ocasional con el voceteo (versión boricua del kitipó) encendido, con reguetón, trap y/o dembow rebotando en los mogotes. En la ciudad es esta misma instancia, pero con el protagonismo sonoro invertido. En algunos lugares tanto urbanos como rurales también hay disparos ocasionales.
En el campo, la faena que comienza con el día también tiene bastante sonido, entre las gallinas, guineas y otros animales, no hay manera de permanecer en el marasmo. El día comienza aceleradamente, hay que alimentar a los animales y trabajar con los cultivos, en este momento del día, el ritmo lo es todo. En estos momentos también hay sonidos de carros, motores, así como el ocasional voceteo.
CCE SANTO DOMINGO, SALA NOCHE
CADA DOMINGO UNA FLOR
VENGO DEL AGUA
The wood was the woven gone.
First solo exhibition
Curator:
Orlando Isaac
Chronicles:
Pablo Guardiola
Centro Cultural de España, Santo Domingo
In recent years, rural life has undergone a quiet metamorphosis, caught between the nostalgia of tradition and the demands of the present. Neoliberal economics has reshaped the landscapes of our valleys and fields. Where sowing was once an act of connection with the land and the community—accompanied by songs, praises, and shared silences during the tomato harvest or the “depalillar” of peanuts, while the cattle were penned on the way to the furrows—today everything feels like a stifled whisper amid industrialization.
The exhibition
La madera era, el tejido ido, by the MODAFOCA collective—formed by Ian Víctor (Dominican Republic, 1978) and Jorge González (Nicaragua, 1977)—goes beyond physical and temporal borders. It echoes in the mountains, just below, almost by the river, around so many bends in the road. Jorge and Ian draw inspiration from the discipline and formal multiplicity of Wucius Wong, the designer who dismantled rectilinear design forms. From there, pencil and cursor set in motion an exploration of new formats in artistic production.
(cont.)
CCE SANTO DOMINGO, DAY ROOM
For 20 years, they have been leaping urban walls, interlacing contemporary popular graphics with
costumbrista painting. The Modafoca work from honest making, which inspires new generations to use noble materials drawn from the earth’s porosity. Native woods, palm, cotton thread, and even pineapple sacks destined for export become papers traversed by multicolored threads or looms that incorporate contemporary techniques such as punch needle. Along the way, they chisel wood like woodpeckers, creating circular, puzzle-like containers in homage to maestro Prats Ventós, whose name designates one of the exhibition rooms.
(cont.)
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This exploration leads them to question the island’s own antinomies—the customs and ways of living that, as a territory, we divide into small geographic plots and
conucos (traditional smallholder plots).
This first exhibition is the result of years of research, where dualities and approaches alternate: craft–technology; rural–urban; the material for the spiritual, the nostalgic for the playful. It is a manifestation of contemplations and knowledge inherited from our ancestors, paying tribute to the beauty and hardship of rural life. MODAFOCA fuses the primary, the mechanical, and the industrialized in an enriching dialogue that honors memory and the possibilities of what is to come.
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La madera era el tejido ido: Chronicles.
By: Pablo Guardiola
1.
A few years ago, there was a mural festival in Puerta de Tierra (San Juan, Puerto Rico), the neighborhood where I lived. Walking down Calle San Andrés to catch the bus, I passed a mural I liked. I remember mentioning it to my neighbor, who said it looked somewhat Soviet. I liked that observation. We both found the mirrored silhouette and the flat landscape compelling. As a caveat, neither my neighbor nor I is particularly enthusiastic about the mural festivals that have proliferated in Puerto Rico for years now. But we liked this mural. Later, I learned from a friend that it was by Modafoca, a collective from the Dominican Republic. In fact, she had one of their stickers on her laptop—Quisqueya, the whole island, Haiti and the Dominican Republic as one, in an animation-style illustration. I found that quite interesting. I pass through Puerta de Tierra regularly, and the mural is still there.
The mural is titled Hermanos, como hermanos (Brothers, like brothers), which inevitably evokes Antillean brotherhood. The mural faces San Juan Bay, and from the nineteenth century well into the twentieth, Puerta de Tierra was a neighborhood of longshoremen and seafarers—the capital’s great commercial port. There’s something of this in the mural: the port as a bridge, with the past and with other ports on other islands in the present.
Against all odds, it’s important to recognize these bridges when they appear, even subtly. Or especially when it’s subtle. People say Modafoca comes from the wall—because of their mural production and fidelity to large formats. Others say they come from design, that they started with T-shirts. Perhaps it’s better to think they come, more than from design, from Caribbean graphic culture. These are only starting points, but it’s also useful to consider their artistic practice in terms of interests, contexts, and supports. The works in this exhibition appear on multiple supports, mainly analog but also digital. This proliferation stems from constant experimentation with techniques and images. The Modafoca collective is composed of Ian Víctor (Dominican Republic, 1978) and Jorge González (Nicaragua, 1977). They have an extensive and diverse artistic practice spanning nearly ten years, which includes murals, public interventions, project organization, and studio work. To this, we must add their twenty years as a design agency. All this production reveals a rich amalgam of references and an irreverent, eclectic approach rooted in the Caribbean. Their projects read as exercises in freedom and even irreverence.
2.
In these pieces, we find clues pointing to vernacular graphic iconographies as well as the island’s popular visual arts—the island as a whole, attentive to the aesthetic and cultural sways within its uneasy geopolitical border. These works bear traces of home décor from the seventies, eighties, and nineties that transcend this island’s confines. For example, they also resonate in the next island to the east (where I’m from) and, surely, throughout the Caribbean basin. These everyday spaces have undoubtedly been a school of aesthetics for many. There is no fear of color here, nor of aesthetic eclecticism—zones of pure color, rhythm, and sound. Usually, these spaces are accompanied by a radio or a television. In our islands, everything comes with color and sound. Another emblematic element within this paradigm is the bodegón (still-life arrangement). This assemblage is abundant in many of our homes: from the literal container holding fruits and vegetables, flowers, or a mix of all three, to its representation as an object (often ceramic or wood), or as a painting or print on the wall. This is likely our first encounter with assemblage, whether we are aware of it or not. Likewise, this assemblage in our islands demonstrates an early adaptation to context: its contents are typically local and tropical.
It’s worth noting that much rural iconography appears in these decorations. Despite all the poured concrete, the countryside remains ever-present. Sometimes in contradictory ways, the countryside is perceived as origin—which it partly is—but there is also much nostalgia built around it. If we are honest and avoid romanticizing, there’s nothing wrong with this: the countryside and peasantry remain a space that generates knowledge. It is also true that it is a threatened space, and the discourses and promises of modernity have belittled its inhabitants.
It’s worth noting that much rural iconography appears in these decorations...
3.
In Modafoca’s formation, there are many nods to the graphic languages of the 1990s and early-2000s indie pop, tied to the period’s DIY ethos. Interestingly, in our latitudes, these aesthetics and sounds—coming from big cities and a new globalization—arrived filtered and seasoned by bachata, salsa, and reggaetón. Twenty years ago, the aesthetic languages of betting shops (bancas) and rave culture crossed paths in Santo Domingo.
4.
In La madera era, el tejido ido, multiple temporalities are at play—the island’s times. From the very title, there is a formal and conceptual zigzag. There’s a mischievous proposal in its verbal conjugation, almost like a folk tale. A striking feature of our island contexts is the constant interweaving of diverse times. Countryside, coast, and city converge almost simultaneously. I like to frame this in terms of rhythms. It’s not that the countryside appears as a slower alternative to the city, but as a space with its own particular cacophony. I propose we think of these rhythms as ways and times of working and inhabiting a place—as containers of memory. These works propose a synthesis of varied times and rhythms, and how, from them, one can make sense of the island context. There are also traces of melancholy in these rhythms, and at times even a hint of nostalgia. On our islands, change is happening quickly; economic shifts are erasing practices, know-how, and above all, ways of being. Yet amid this ebb and flow, there remain traces of what was—and, despite everything, still is. We don’t know if it will last long, which is why attention is necessary.
In this exhibition and in their studio practice, Modafoca incorporates multiple island trades. Craft practices have been integrated into their pieces and methodologies. Native woods such as jequitibá are used by cabinetmakers as key components in several pieces and also serve as supports for paintings. Multiple textiles appear, contributing to a recovery of trades and techniques. Modafoca also presents a particular cacophony: palm-weaving in guano and royal palm, made by a community of weavers in Santiago Rodríguez and later intervened by Modafoca, converges with experiments in cotton thread on handmade papers using local fibers. There are also rug-like woven pieces made by them in their studio (inspired by textiles from Nicaragua, where Jorge was born). Some works are made on sacks from agricultural products imported to the island from the Philippines, extending the tropical arc beyond the Caribbean. Finally, there is a triptych woven industrially from a digital file. In this context, “recovery” is not fixed but a living project tied to diverse practices and present-tense thinking.
5. Woodpeckers
A few years ago, I visited the Dominican Republic for the first time. On my first morning, as I walked through the Colonial Zone, I reached the Monument to Fray Antonio de Montesinos; I wanted to see the Caribbean Sea directly. Right beside one of the wall fragments that still peek through in the Zone, a Hispaniolan woodpecker (
Melanerpes striatus) appeared—the first I’ve ever seen. It flew to the wall, caught a lizard, smacked it against the stone several times, and flew off with it in its beak. The Hispaniolan woodpecker is larger than its cousin, the Puerto Rican woodpecker (
Melanerpes portoricensis), both endemic to their respective contexts: Haiti and the Dominican Republic for one; Puerto Rico and Vieques for the other. I’ve followed the Puerto Rican species for years, so seeing the Hispaniolan excited me. Both inhabit almost the entirety of their islands—a situation that invites metaphor. The experience of these birds could model ways of inhabiting our islands with other rhythms and times.
[As a side note, the Puerto Rican woodpecker was our national bird for a time.] These things always bring controversy. First, it was the
pitirre (
Tyrannus dominicensis). But its leftist political charge (the bird is associated with the island’s independence movement), its not being endemic, and even its scientific name (which nominally makes it “Dominican”) led to that distinction being taken away. Then came the woodpecker, later displaced by the
San Pedrito (
Todus borinquensis, formerly known as
Todus mexicanus). There was a major campaign to change its name. The bird is endemic to Puerto Rico, but in 1838, the French naturalist René Lesson mistakenly labeled it
mexicanus, thinking the specimen had been collected in Mexico, and this label persisted until recently. He likewise misapplied
Todus portoricensis to a
Todus from Cuba. All this has produced a confusion that has lasted more than a century. It is plain to see that many of our crises stem from centuries of poorly made, imposed nomenclatures.
Both the Hispaniolan woodpecker and the Antillean piculet (
Nesoctites micromegas, also endemic) live across the whole island. For these birds, the land border doesn’t exist; the coast, countryside, and city are all the same. Despite everything, they remain—ancient witnesses—and for us who also inhabit these islands, they are a good model for synthesizing many things. From the metaphor, much can be imagined and learned.
6. Night and day
The shifts from day to night (and vice versa) are abrupt in tropical contexts. Our seasons are subtle, with gradual changes in how the light manifests throughout the year. Yet each sunrise and sunset is explicit—and always different. The day–night cycle comes with its own soundscapes. In Puerto Rico, country nights are quite noisy—perhaps not for Puerto Ricans, but visitors always point it out. Among coquí frogs (several species), numerous insects, birds such as owls (
múcaros), and bats, the nocturnal cacophony is rich with sound. In some places, an occasional car passes by with
voceteo (Puerto Rico’s counterpart to
kitipó) blaring—reggaetón, trap, and/or dembow bouncing off the
mogotes. In the city, the same phenomenon occurs but with sonic protagonism inverted. In some urban and rural places, there are also occasional gunshots.
In the countryside, the workday that begins with daylight is also loud—among chickens, guinea fowl, and other animals, there’s no staying groggy. The day starts fast: animals to feed, crops to tend; at this hour, rhythm is everything. There are also the sounds of cars and motorbikes—and the occasional
voceteo.
I COME FROM THE WATER